Chopin

lunes, 14 de febrero de 2011

La bombilla de la cuadra de mi abuela (1/2)

Una luminosa metáfora sobre la obsolescencia programada y los delincuentes que la programan. Y sus cómplices.
Los tres spots que iluminan el frontal del espejo del cuarto de baño se funden cada ocho meses aproximadamente con un intervalo de no más de 24 a 48 horas entre sí. La programación es casi perfecta. El "casi" también está programado: un unísono apagón dejaría al descubierto la programación delictiva de la fecha de caducidad...
Allá por los años 50, en la cuadra del caserío de mi abuela paterna, en Urioste, Ortuella, me llamó la atención una bombilla porque estaba encendida día y noche; efectivamente, la cuadra sólo tenía cuatro ventanucos extremadamente estrechos por donde apenas penetraba la luz. Nunca llegué a saber desde cuándo estaba puesta aquella bombilla allí pues mi interés por las bombillas junto con otros porqués no despertaría hasta unos años después. Fui a visitar a mi abuela hasta los veinte años; la bombilla permanecía impertérrita, encendida las 24 horas del día. De que era la misma bombilla daban fe las pinceladas de las moscas, que cada día adensaban un poco más el esferoide de vidrio opacando la luz... Al regreso de un viaje que duró diez años fui a ver en qué había hecho devenir el progreso el caserío de mi abuela; solo pude imaginar el lugar dónde estaba la cuadra y pensar qué habrían hecho con mi entrañable bombilla al transformar el viejo caserío en algo más "acorde" con la posmodernidad. En esos años de ausencia ya había entrado en contacto con el concepto de obsolescencia programada, fundada por un grupo de fabricantes de bombillas de todo el mundo el 23 de diciembre de 1924 en Ginebra, un cártel, o sea, dicho sin eufemismos, un grupo de delincuentes industriales que convino en llamarse Phoebus (1). Acababa de nacer oficialmente la obsolescencia programada, el motor secreto de la sociedad de consumo, del Mercado.

Cuando algunas lecturas me llevaron a conocer esta actuación tramposa pensé en mi entrañable bombilla, que hasta donde yo la conocí debió de salvarse de una muerte programada por error, o porque quizás había nacido antes de 1924. (Continuará).

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