Chopin

miércoles, 25 de mayo de 2011

Acampada y derecho al delirio (léase un primer epílogo correctivo)

Sol, Plaça de Catalunya, y cientos de acampadas...
 El 23 de mayo de 2011 Jaume Barberà entrevistó a Eduardo Galeano en "Singulars", espacio de TV3, sobre el tema de las acampadas. El Derecho al delirio es una joyita que en dicho programa nos regaló este escritor y compañero uruguayo, impulsor de "otro mundo es posible". Esta entrevista interesa mucho a los/las acampados/as. Aquí está:

http://www.tv3.cat/3alacarta/#/videos/3541530

A continuación, en Youtube "El derecho al delirio", mondo y lirondo, leído por su autor, Eduardo Galeano:




Seguimos. Una anécdota que cuenta Eduardo Galeano sobre la UTOPÍA, a modo de respuesta a esa pregunta que se hacen tantos acampados y visitantes activos de los cientos de plazas como Sol y Plaça de Catalunya:

"Estaba con un amigo mío, Fernando Birri, cineasta argentino, dando unas charlas en la universidad de Cartagena de Indias, en Colombia, y un estudiante le preguntó a Fernando que para qué servía la utopía. Y Fernando Birri, después de tomarse unos segundos en silencio, comentó: “¿para qué sirve la utopía?, esta es una pregunta que yo me hago todos los días, yo también me pregunto para qué sirve la utopía. Y suelo pensar que la utopía está en el horizonte y entonces si yo ando diez pasos la utopía se aleja diez pasos, y si yo ando veinte pasos la utopía se coloca veinte pasos más allá; por mucho que yo camine nunca, nunca la alcanzaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, para caminar."

¿Para qué sirve la Utopía? ¿Para qué sirven las acampadas? Muchos y muchas nos preguntamos hasta cuándo, si se van a acabar, en qué va a quedar todo esto, todas estas decenas, centenares de propuestas, ¿una Asamblea Constituyente? ¿Para qué? De momento para empezar a caminar. Echando mano de la historia, cabe quizás un pequeño recuerdo de Mayo del 68. Aquel mayo no tuvo su asamblea constituyente, tuvo adoquines, adoquinazos, mucha policía, muchos porrazos, muchas barricadas y un gran pasteleo de los políticos de entonces, que ya apuntaban maneras... cuyo testigo no tadó en encontrar destinatario en los políticos actuales, que ya entonces empezaron a hacer oposiciones para el "negociado de sueños dentro de un orden, mande quien mande". En cambio en el nuestro,  en nuestro Mayo de 2011, los adoquines mutan en metáforas en forma de flores de papel amarillo para lanzar a una policía que muta en transparencias... no interviene, se diluye ante la pacífica contundencia del gentío plural acampado, formas de ayer y de hoy... y el factor ciudadano, un binomio en el 68, estudiantes y obreros, y un hermoso polinomio en 2011, una transversalidad socioeconómica de estudiantes, trabajadores... y niños y jóvenes estudiantes y jóvenes trabajadores y jóvenes parados y menos jóvenes y aún menos jóvenes trabajadores, parados, extorsionados por los bancos y ex cajas con sus hipotecas, y mayores y pensionistas con pensiones de miseria y pensionistas a secas y viejos... una expresión social, económica y cultural nunca vista ni oída ni leída en tiempo de paz al menos en 65 años (que son de los que puede dar fe este cronista espontáneo), pero... ¿quién sabe? ¿quién sabe? si... aquel Mayo no fue el primer paso del caminar que nos ha llevado a las acampadas del Mayo de 2011? No olvidemos que... “la Historia es una señora de digestiones lentas y de caminar suave" (E. Galeano), no cambian las cosas en una semana, ni en meses. De mayo del 68 hasta hoy han pasado solo 43 años.

Finalmente, rescatemos una canción de Serrat que parece estar en el limbo pues nunca se oye, en la que se alude a unos lebreles que persiguen a la Utopía y que, paradójica y desgraciadamente, le rondan, muy cerca, al cantautor sin que al parecer a él le moleste demasiado (que los lebreles le ronden queremos decir). Quizás porque hasta él haya olvidado a su criatura, tal vez porque ya no le pertenece, porque pertenece al que la canta y al que la escucha, hasta tal punto que, quién sabe si un día Joan Manuel no pasará distraído por la Plaça de Catalunya y se la escuchará cantar a un grupo de acampados, se parará, escuchará y dirá para sí, "caramba estos hippies, qué letras más bonitas cantan" y, bien siguirá por su distraído camino, o, quién sabe, se quedará a escuchar  y aprender esa canción y apropiársela solidariamente con todos los allí presentes (¿no hablábamos del derecho al delirio? Pues también incluye al escribidor de estas líneas). La canción se titula, naturalmente,

UTOPÍA
Se echó al monte la utopía
perseguida por lebreles que se criaron
en sus rodillas
y que al no poder seguir su paso, la traicionaron;
y hoy, funcionarios
del negociado de sueños dentro de un orden
son partidarios
de capar al cochino para que engorde.

¡Ay! Utopía,
cabalgadura
que nos vuelve gigantes en miniatura.
¡Ay! ¡Ay, Utopía,
dulce como el pan nuestro
de cada día!

Quieren prender a la aurora
porque llena la cabeza de pajaritos;
embaucadora
que encandila a los ilusos y a los benditos;
por hechicera
que hace que el ciego vea y el mudo hable;
por subversiva
de lo que está mandado, mande quien mande.

¡Ay! Utopía,
incorregible
que no tiene bastante con lo posible.
¡Ay! ¡Ay, Utopía
que levanta huracanes
de rebeldía!

Quieren ponerle cadenas
Pero, ¿quién es quien le pone puertas al monte?
No pases pena,
que antes que lleguen los perros, será un buen hombre
el que la encuentre
y la cuide hasta que lleguen mejores días.
Sin utopía
la vida sería un ensayo para la muerte.

¡Ay! Utopía,
cómo te quiero
porque les alborotas el gallinero.
¡Ay! ¡Ay, Utopía,
que alumbras los candiles
del nuevo día!

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